sábado, 15 de noviembre de 2014

SEX EXPLOITATION NAZI



SEX EXPLOITATION NAZI
Lo mejor

Stalags : Porno y campos de concentración nazis en Israel





 Los Stalags, novelas de consumo baratas que tuvieron muchísimo éxito en Israel durante los años sesenta, en especial durante el juicio de Eichmann, el nazi cazado por los servicios secretos israelitas. El argumento de estas novelas consistía generalmente de una descripción morbosa y fantasiosa de torturas realizadas en un campo de concentración nazi a oficiales británicos o americanos. Esto no sería tan raro si tenemos en cuenta que son mujeres alemanas, nazis, las que efectuaban las torturas de índole sádico-sexual. Generalmente el argumento se resolvía con la liberación o escape de dicho oficial u oficiales y la venganza de la humillación mediante la devolución de la violación a la oficial aria, cruel y super-sexy con su esvástica y sus botas altas de cuero. Cuesta creerlo pero esto es un hecho histórico.


El documental explora las motivaciones psico-sociológicas subyacentes a este fenómeno.

Obviamente se encuentra el hecho del trauma de los supervivientes de la Shoah y cómo lo vivieron los hijos de estos supervivientes, adolescentes en los años sesenta en Israel. De fondo se encuentra los complejos culpa interiorizados por las víctimas: la principal es la idea generalizada de que sólo los más fuertes, amorales, bellos, viles y colaborativos con el enemigo consiguieron sobrevivir al infierno concentracionario. El segundo es que muchas de las mujeres supervivientes, en especial las más jóvenes y fértiles, las madres de los adolescentes de los años sesenta de Israel, habían sufrido abusos sexuales a cambio de mantener la vida o algún tipo de ventaja -abrigo, comida, "mejores" trabajos o condiciones de habitabilidad o higiene-. Esto era un tabú del que no se hablaba en las familias y con el que crecieron los hijos del Holocausto en el ortodoxo Israel de los sesenta: sexo y violencia pertenecían al mismo campo cultural de los recuerdos reprimidos, ocultos y por tanto, en plena ebullición hormonal, fácilmente confundibles.

Al horror original se unía el espanto que producía semejante subproducto cultural.



Sin embargo, aunque los Stalags se prohibieron, se persiguieron y se intentó acabar con ellos, su huella permanece en la literatura oficial del Holocausto. La novela Casa de muñecas del escritor K.Tzernik, traducida a varios idiomas, incluído el español (Ediciones la llave, 2000), relata en clave de novela pornográfica las vivencias de una serie de mujeres judías forzadas a prostituirse para los oficiales alemanes en Auschwitz-Birkenau. Sin negar la realidad de los abusos sexuales del fascismo a los y las prisioneras, sin embargo, hay que señalar, como hace este documental, el legado perverso que deja este texto, que siendo esencialmente una ficción, se sigue leyendo como un testimonio real en todos los institutos de secundaria de Israel y como parte del canon de la literatura de la Shoah. No diferenciar entre literatura de ficción -pornográfica además- y literatura testimonial genera lecturas perversas -en un doble sentido, distorsionado e inmoral-.






Como en este caso, esta novela hay que entenderlo perteneciente al mismo fenómeno socio-cultural de los Stalags. Siendo horrible la violación y todo tipo de tortura sexual, que existieron, por supuesto, en los campos, equiparar esta novela morbosa con el resto del horror -la muerte industrializada, las cámaras de gas, las condiciones de todo el campo, puede llegar a suponer una cierta frivolidad relativa y una simplificación intolerable. Esta ficción pornográfica es una proyección de los deseos, miedos y traumas asociados a las relaciones de poder entre naciones, clases, géneros y orientaciones sexuales. Conocer esta serie de traumas y complejos colectivos da una clave de interpretación de la política de Israel con respecto a los palestinos en los guettos de Gaza y Cisjordania. La lógica sado-masoquista se encuentra en la distancia y los años que separan la Varsovia ocupada por los alemanes y la Palestina ocupada por los hebreos, el victimismo árabe frente al victimismo judío, frente a frente, en un bucle de abismos. Experiencia y fantasmas proyectados en la ficción de un Estado parcialmente creado como compensación sionista al Holocausto. Un horror justificando otro, en una espiral de deseo y violencia, de victimismo pasivo-agresivo.






Si la academia o el Estado de Israel cae en esta trampa de la ficción, no cabe extrañeza en que ocurran cosas parecidas entre gentes de moral más laxa o complejos parecidos. En esta época en la que el porno se convierte en cultura pop, se corre el riesgo de volver a deslizarse de nuevo por la pendiente de la banalización de la representación del mal. Sin ir más lejos, la banda de post-punk Joy Division tomó el nombre del grupo del nombre del barracón de prisioneras de la novela de K.Tzernik y existe todo un subgénero pornográfico sado-masoquista relacionado con los nazis -en comics, literatura, cine- con el marbete de Nazi Exploitation. Para aquellos que quieran saber más, la referencia más documentada es Withechapel, Simon, Kamp Kulture: A History of Nazi Exploitation, Creation Books, 2003.








Sexo, morbo y nazismo: ¿qué son los Stalags?

Por Brenda Ficher 

Un paracaidista del Ejército aliado es apresado en un Stammlager (campo permanente) por una cuadrilla de oficiales de las SS (Schutzstaffel en alemán o “escuadras” en español). No son hombres quienes lo aprisionan, sino mujeres, y mujeres rubias, vestidas con uniformes militares pegados al cuerpo. El pelo corto sugiere un delicado cuello, y un pronunciado escote revela las generosas curvas. A partir de la captura, el aliado será sometido a los maltratos ya conocidos en un campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial, con un agregado bastante particular: las mujeres lo someterán a vejaciones corporales y violaciones sadomasoquistas. De esto trataban las historietas Stalag, donde se mostraba a oficiales mujeres de las SS, una organización militar, política, policial, penitenciaria y de seguridad de la Alemania nazi, sometiendo a prisioneros judíos en los campos. Comenzaron a circular en la sociedad israelí en 1961, cuando se llevaba a cabo el juicio contra el jerarca nazi Adolf Eichmann. En las historietas, había escenas explícitas de sexo y sometimiento con látigos y demás elementos. 





Si bien causaron cierto rechazo en la sociedad, también fueron consumidas con voracidad, debido al hambre de una sociedad por una historia silenciada por largos años. Aunque los Stalags parecían originalmente escritos en inglés, y por autores estadounidenses, los verdaderos creadores fueron los supuestos traductores al hebreo. Se trataba, evidentemente, de una medida que permitía justificar los escrúpulos de los lectores. Durante décadas, estos escritores judíos trataron de mantenerse en el anonimato, aunque hoy día se conocen nombres, como el del poeta Maxim Gilan, Eli Keidar y el autor del primer Stalag (Stalag 13), que firmaba todas sus obras como Mike Baden, cuya familia materna fue asesinada en los campos. La película Más de 50 años después, el documental “Stalags – Holocaust and Pornography” (“Stalags – Holocausto y Pornografía”), de Ari Libsker, volvió a poner el tema en discusión a través de testimonios de los creadores de las historietas. La película se proyectó en Buenos Aires, en el marco del Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), pero la temática no tuvo una mayor repercusión. Florencia Chattah, docente de la materia Historia Judía en la Escuela Técnica ORT II, y estudiante de Ciencia Política en la UBA, utiliza la información del documental para ofrecer un nuevo acercamiento a sus alumnos. Hay que tener en cuenta que a la problemática de enseñar cuestiones relacionadas con el sexo y la pornografía se le suma el conflicto de un discurso imperante, junto a las limitaciones de los valores que se ponen en juego en la enseñanza en general, y en el Holocausto en particular. Por ello, debió ser cautelosa a la hora de exponerlo en el aula. “Uno de los problemas de la enseñanza de la historia es la manera en que puede ser contada, representada.




 Los límites, en definitiva. ¿Cuál es la representación que se puede dar de un genocidio, de sucesos que no son posibles de ser dimensionados? Está el problema del número, de cómo construimos y con qué objetivo. Recuerdo que cuando salió la película ‘La Vida es Bella’ hubo controversias. Abrió un fuerte debate en torno al objetivo de representar un hecho histórico y si es dar siempre una muestra fiel o no. Puso la discusión por fuera de los especialistas; nos hizo preguntarnos si queríamos transmitir un valor, una representación fiel y puntual –como la de Claude Lanzmann en la película ‘Shoah’–, o si queríamos mostrar el amor y la vida dentro de un contexto complejo y deshumanizante”, reflexiona Chattah ante La U. “Hay un deber ser de qué se recuerda, cómo se recuerda y cómo se transmite. No es casualidad, incluso, que el documental sea una película del cine independiente”, agrega sobre el filme de Libsker. La estética y el morbo Lior Zylberman, becario del Conicet, sociólogo, master en Comunicación y Cultura, doctor en Ciencias sociales (su tesis abordó las relaciones entre imagen y memoria) y docente de la carrera de Imagen y Sonido en la FADU, resalta el culto al cuerpo y al cuidado como partes de la estética nazi. Además, destaca que era “bien visto, y hasta deseado, que las mujeres “puras” (es decir, las mujeres arias dentro de la cosmovisión nazi) dieran gran cantidad de hijos al Führer”. Así, le dice a La U, “los mitos, y los no tan mitos que circulaban en la época –incluso caricaturas y bromas– tenían como objeto las prácticas sexuales de los líderes nazis”. Por otra parte, “el campo era todo lo contrario, era el espacio de excepción por excelencia”. Por esto, justamente, en “donde no hubo ley, donde todo era exceso, lo desagradable se volvió una fantasía sin final. Los Stalags recogen todo eso y, en sus orígenes, son también una forma de interpelar al pasado desde el morbo, volviéndolo, si se quiere, una estética. Al tomar hechos históricos, ya sean lugares, coordenadas temporales o incluso personajes, la historia se desvirtúa oscilando entre lo excitante y lo morboso”. El silencio y lo desconocido son tierra fértil para el desarrollo del morbo, más en un contexto donde el horror era silenciado; por eso, el desarrollo de historias con un alto porcentaje de fantasía encuentra allí un buen marco. 

En la trama de una generación de hijos víctimas de los campos, que no conocían las historias de sus progenitores, se anclaron los Stalag: “Si bien el juicio creó el clima propicio para que se comenzara a hablar de la temática, otras esferas quedaron en el mismo silencio. Una pregunta recurrente al sobreviviente, que la encontramos incluso aquí, en aquellos que sobrevivieron a los campos de la última dictadura militar, es por qué sobrevivió. La víctima vuelve a ser victimizada. En torno a ello se crea una serie de sospechas y acusaciones y se forma un clima de represión y de rumores. Así, se propicia que los padres no puedan contar a sus hijos su propia experiencia. Los Stalags, entonces, surgen también de esa fantasía, del ‘¿qué habrá sucedido allí?’ y, a su vez, al no poder dialogar, las fantasías poseen plena libertad”, enfatiza Zylberman. En la misma línea, Chattah asegura que las historietas aparecen como una alternativa distinta y novedosa: “Todo eso que no se decía salió por algún lado. Los Stalags aparecen como la voz social de lo que no es políticamente correcto, de lo que nadie quería escuchar y todos querían saber”. La ficción puede ser pensada como una forma de narrar algo que todavía no había empezado a ser narrado. También como una manifestación artística que permite elaborar lo traumático, una manera de resignificar una situación para que no sea tan dolorosa y pueda tener otro sentido. Así, “los Stalags, esos shocks que generaron, también pueden ser leídos como la fantasía de una generación que desconoce, digamos por omisión, por silencio, por imposibilidad de diálogo generacional, lo que sus padres atravesaron”, dice Zylberman. Si bien no tuvieron una fama que lograra trascenderlos y ubicarlos en el plano del conocimiento que se tiene sobre la producción en torno a la Shoah, sí pudieron dejar una impronta y, como asegura el sociólogo, “iniciaron un camino estético que, hasta el día de hoy, continúa repercutiendo”. De hecho, pueden ser incluidos dentro de la llamada “estética kitsch” del Holocausto, en donde también pueden situarse a la película “La lista de Schindler”, el cómic Maus, de Art Spiegelman, y la miniserie Holocausto. Las repercusiones Durante unos pocos años, los Stalag fueron una especie de best-seller del under, pero la recepción que tuvo en los sobrevivientes de los campos y la crudeza cada vez mayor de sus historias (el abogado Nachman Goldberg, por ejemplo, recurrió incluso al canibalismo y al incesto en El monstruo del Stalag del horror) hicieron que, de a poco y pese a su creciente popularidad, fueran retirándose del mercado. 




El golpe final fue asestado cuando apareció Yo fui la puta particular del coronel Schultz, el Stalag más popular, que invertía la estructura habitual del género: de mujeres torturando a hombres, se pasó a lo opuesto. Esta historieta en particular fue acusada de ser pornografía vestida de literatura y, a través de publicidad oficial, se recomendó que fuera puesta fuera de circulación. Cada ejemplar fue destruido por la Policía. La apropiación del discurso Como todo en la historia humana, el desarrollo de los acontecimientos y la forma discursiva de plantear lo sucedido está regido por luchas intrínsecas de un poder que determina no solo qué se va a contar, sino cómo. En este sentido, Zylberman asegura que “desde la academia siempre se criticó la aproximación a este tema desde una estética popular”. En esta línea, Chattah cuenta que el monopolio educativo de la enseñanza del Holocausto lo tiene el museo Yad Vashem, en Jerusalem, autodefinido en su sitio web como “centro mundial de documentación, investigación, educación y conmemoración del Holocausto”. No por ello hay que dejar de lado otro tipo de aproximaciones hacia lo que fue. “También es la cultura popular la que tiene un rol importante en la construcción, siendo así un actor de suma importancia, no solo por lo que narra sino también por lo que propone, lo que inicia o puede generar”, enumera el docente de la FADU. 



 Es importante recordar que el público que recibió y consumió estas historias era joven, a veces hijos de sobrevivientes. Según Chattah, “intentaban deconstruir para construir ese pasado a través de la propia animalidad de los hechos. De hecho, nos podemos preguntar por qué de ésta manera, por qué tiene que haber un sometimiento, por qué la necesidad de responder a la violencia con más violencia”; y aventura una aproximación en directa relación con el juicio a Eichmann: “Hoy en día, y en aquel momento, la justicia es de hombre a hombre. Si uno deshumaniza al perpetrador pierde la posibilidad de juzgarlo o de analizarlo en toda su humanidad. Sacar la animalidad del hombre a la superficie es una forma de humanizar, porque el sexo humaniza. Esto es una contraposición con un sistema hiperburocratizado, el nazi, y está en directa relación con el exterminio. No hay que olvidar que la hiperracionaización de las cosas es una forma de quitarle entidad a lo humano, sobre todo porque el hombre no es pura razón”. La casa de las muñecas, una influencia para los Stalags Otra figura controversial, y que recorre la temática de la pornografía en el Holocausto, es la del barranco de las prisioneras-prostitutas. “El testimonio de La casa de las muñecas, de Ka Tzetnik (un nombre ficticio que deriva de la abreviatura KZ, de la palabra alemana Konzentrationslager, y que designa a un preso de un campo de concentración) es hasta hoy tiene una figura controversial y no se sabe si existió o no lo que él plantea en su libro”, asegura Chattah. De hecho, el autor escondido atrás del seudónimo, Yehiel De-Nur, ha sido acusado de inventar su existencia, dado que, en el libro, relata la experiencia de una supuesta hermana, que muchos detractores aseguran que no existió. De todas maneras, el relato sirvió de inspiración para la creación de los Stalag. “Algunos campos tuvieron sus burdeles, y en ellos ‘trabajaba’ un equipo de prisioneras-prostitutas (las comillas son debido a la condición de trabajo esclavo)”, relata Zylberman, y sigue: “Creo que este tipo de literatura intenta, en forma morbosa, demostrar que los campos eran sitios muchos más complejos de los que se piensan.

 Algunos campos de concentración (no me refiero a los de exterminio) eran verdaderas ciudades, y en los campos no solo habitaba la figura que conocemos del prisionero, sino que también habían ladrones, complejos sistemas de redes de tráfico de comida y otros productos y, lógicamente, también prostitución. A su manera, este libro junto a los Stalags dieron a conocer esos bajos mundos. Por eso creo que, más allá de lo morboso, estas obras tienen algo que decirnos y transmitirnos”. Otras historieta: el caso Maus Si bien hoy es aceptada e incluso estudiada académicamente y presentada en muestras de artes y museos, en su momento fue muy desprestigiada. Aunque no trabaje lo morboso, o por lo menos del mismo modo que los Stalags, el hecho de que el Holocausto haya sido objeto de un género popular como el cómic trajo consigo numerosas y fuertes críticas. Lo sugerente, y ahí también podemos encontrar puntos de encuentro con los Stalgs es que Art Spiegelman tenía una necesidad de contar la historia de su padre, y, a la vez, la relación de él con su padre sobreviviente. Nace entonces de una necesidad, podríamos decir, generacional”, asegura Lior Zylberman.



Stalags para disfrutar







Ficción Stalag


Con el nombre de Stalags o Ficción Stalag (en inglés Stalag fiction) se conoce comúnmente a un tipo de Folletines pertenecientes al subgénero de la literatura pornográfica con una temática relacionada con el Holocausto y la explotación de los prisioneros en los campos de concentración por parte de los nazis. Este fenómeno floreció en Israeldurante la década de 1960, alcanzando una difusión masiva coincidiendo con el proceso contra Adolf Eichmann. En la actualidad los Stalags ya no se publican, si bien muchas ediciones han sobrevivido porque han estado circulando de manera clandestina entre particulares hasta nuestros días.

Características

Los autores de este tipo de novelas pretendían ser todos de origen estadounidense, firmaban sus obras con seudónimos y éstas aparecían en Israel como supuestas traducciones de las originales en inglés. En realidad los escritores eran todos israelíes y figuraban como los traductores de las versiones que se publicaban en el país, pues preferían mantener el anonimato. A pesar de ello en la actualidad se conocen algunos nombres, como el poeta de origen alemán Maxim Gilan o Eli Keidar, el iniciador del género junto al editor Ezra Narkis. Keidar firmaba sus obras con el sobrenombre de Mike Baden.1
El formato de las historias seguía normalmente el mismo esquema. Un grupo de soldados o pilotos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial es capturado por las fuerzas alemanas y enviado a un campo de prisioneros o Stalag, de donde proviene el nombre de este subgénero literario. Allí los prisioneros son torturados y utilizados sexualmente por las guardianas del campo, mujeres oficiales de las SS, si bien al final el rol ama-esclavo termina invirtiéndose y los cautivos toman venganza contra sus verdugos femeninas, por lo general violándolas y asesinándolas. Estos relatos eran pura fantasía y carecían del más mínimo rigor histórico, los lectores se sentían atraídos únicamente por los pasajes pornográficos, a menudo acompañados de ilustraciones a color donde el contenido sexual no era tan explícito, en los que se relataban actos de violencia sexual ysadomasoquismo.
Originalmente los protagonistas de los Stalags eran todos norteamericanos, pues incluir judíos en las historias se consideraba tabú. Sin embargo conforme el fenómeno fue ganando adeptos esta regla dejó de respetarse y se popularizaron relatos más sórdidos y con una mayor carga de sadismo. Ejemplos de ello son El monstruo del Stalag del horror, donde incluso se recurre al canibalismo y el incesto, o Yo fui la puta privada del coronel Schultz, donde la estructura habitual variaba y oficiales nazis masculinos torturaban y abusaban de prisioneras judías.

Historia

El subgénero surge de la cultura de silencio en relación al Holocausto que existía en Israel durante la década posterior a su fundación como estado. Muchos jóvenes viven bajo la sombra de este suceso, pero no encuentran las respuestas que buscan ni en sus padres ni en sus profesores. Por aquel entonces éstas solo podían encontrarse en obras como La casa de las muñecas de K. Tzetnik (1955), en realidad el antecedente temático de los Stalags. El proceso contra Eichmann (1960-1961), se tradujo en una mayor sensibilización hacía todo lo relacionado con las víctimas del nazismo, pues por vez primera jóvenes y adolescentes podían conocer sus testimonios de primera mano gracias a un buen número de detalladas descripciones.
De repente todo lo relacionado con el Holocausto cobró gran relevancia y, para explotar esta tendencia, editores como Narkis comienzan a lanzar sus folletines pornográficos, que se venden en los kioscos a precios muy asequibles. Rápidamente alcanzan gran popularidad y se convierten en un fenómeno social, tanto es así que, en palabras del cineasta Ari Libsker, “las primeras imágenes del Holocausto que vi, como alguien que creció durante aquella época, fueron de mujeres desnudas” . La explicación se encuentra en la fusión de dos factores, la cuestión de la identidad y el pasado de violencia y humillación sufrido, sumado al despertar sexual de muchos adolescentes consumidores habituales de este tipo de literatura.
No obstante el fenómeno de los Stalags como publicaciones de éxito fue breve. Tan solo dos años después de que comenzaran a distribuirse los editores fueron acusados por un tribunal israelí de difundir pornografía y se ordenó intervenir todos los libros. El propio Eli Keidar, autor de los relatos más populares, fue detenido en el proceso que siguió a continuación. Los Stalags dejaron de publicarse pero, a pesar del esfuerzo de las autoridades por buscar y destruir hasta el último de los números, siguieron vendiéndose e intercambiándose de forma clandestina hasta fechas recientes.



Todo y que poco a poco fue cayendo en el olvido, el subgénero de los Stalags está considerado como uno de los fenómenos más relevantes de la cultura popular israelí. No obstante puede englobarse en un marco más amplio, el de la llamada ficción de explotación (en inglés Exploitation fiction). En la década de 1970 surgió dentro del cine una corriente inspirada en estos folletines conocida como Nazi exploitation, en la que destacan películas como Ilsa, She Wolf of the SS (1975) o Salón Kitty (1976), en las que se mezclan los mismos componentes de sexo, violencia y sadismo con el nazismo como telón de fondo. Por su parte cintas eróticas no tan explícitas como El portero de noche(1974), de Liliana Cavani, también abordan esta temática.
En 2007 se estrenó un documental titulado Stalags: Holocaust and Pornography (Stalags: pornografía y Holocausto),del joven cineasta israelí Ari Libsker, que se centra en este fenómeno y lo ha vuelto a poner de nuevo en el debate público.


    Stalags - Holocausto y literatura pornonazi en Israel



    Stalags - Holocausto y literatura pornonazi en Israel.

    Sobre el Stalag




    Stalag era el término que se empleaba para denominar los campos para prisioneros de la II GM. El término es una abreviatura de Stammlager. Al principio se iban a utilizar solo para tropa regular y suboficiales, pero a medida que se incrementaba el número de prisioneros, también se internaban oficiales enemigos, aunque en principio éstos eran destinados a los Oflags. Como curiosidad cabe reseñar que en 1944 un total de 75 prisioneros aliados escaparon de Stalag (Luft) III, situado en la Baja Silesia a unos 160 km de Berlín, a través de un túnel de 110m de longitud apodado “Harry”. Esta historia dio lugar al famoso filme “La Gran Evasión”. En la realidad, se apresaron a 50 de los 75 que huyeron, y por orden de Hitler fueron ejecutados.

    Ahora, cambiando de tercio, pero siguiendo con los Stalags. Como Stalags también se conoce a un tipo de comics en Israel que tuvieron su mayor difusión en la década de los 60, coincidiendo con el proceso de Adolf Eichmann, y que eran un subgénero pornográfico de la llamada “literatura del Holocausto”. En éstas historietas lo típico era que un montón de oficiales nazis femeninos, de toma pan y moja, cañón cañón la más fea de todas ellas, usaran sexualmente a los presos de los campos para sus más perversos fines, a los que llegaban mediante los ritos sexuales más salvajes. Con el tiempo el prisionero se cobraba su venganza, que normalmente llegaba en forma de violación o asesinato de sus oficiales de las SS.

    Por precedente se tiene el libro “La Casa de las Muñecas” de K. Tzenik, quién sobrevivió a Auschwitz, y que relató en su libro sobre las prisioneras de los campos y como eran esclavizadas sexualmente por sus captores. Aunque más adelante se supo que el libro era una mera obra de ficción, tuvo un gran impacto en la juventud de Israel, acostumbrada al silencio en temas sobre el Holocausto, por lo menos hasta el citado proceso de Eichmann. Más adelante, este género dio el salto al cine, con la película que iniciaba una trilogía “Ilsa, la Loba de las SS”.



    En estas fechas se está estrenando en las salas de cine alemanas, con toda la polémica que pueda acarrear, el documental “Pornografie und Holocaust”, del israelí Ari Libsker, que trata sobre los Stalags. Oficiales tetonas practican con su látigo sobre apuestos prisioneros, que lejos de la inanición y la debilidad, aparecen retratados como jóvenes robustos. Estas imágenes, junto con entrevistas a historiadores y expertos es lo que básicamente resumen el documental.
    A pesar de que el documental data de 2008, “es la primera vez que el filme se muestra en Europa y Alemania, por su historia, es el país donde su exhibición ofrecerá una mayor diversidad de lecturas y reflexiones”, explicó a EFE Iris Praefke, responsable de la distribuidora Movimiento, de Berlín. Aún así, el film de 63 minutos de duración, ya fue exhibido en festivales de Toronto o Buenos Aires. “No es un ejercicio para curiosos o que pretenda despertar el ‘morbo’. Es un trabajo serio, documentado y apuntalado en mucho material de archivo y horas de entrevistas, no sólo correspondiente a los cómics o al tema de la pornografía”, indicó Praefke.



    ¿Cómo un género semejante puede nacer en Israel, con tal temática, cuando todavía no habían sanado las heridas mas recientes? Para Libsker, el juicio a Eichmann fue la primera confrontación directa de la población israelí, y desde su propio territorio, con las dimensiones del Holocausto. El cineasta, busca a través de sus entrevistados una relación entre el proceso y la publicación de los cómics, que llegaron a cobrar notable popularidad, y que representan la válvula de escape de una serie de fantasías sexuales sadomasoquistas relacionadas con el horror. Para el cineasta israelí, la mera producción de cómics sadomasoquistas podría interpretarse como una fórmula para tratar de superar el horror de lo vivido.
    Nosotros nos quedamos como Carmina, muertos en la bañera del asombro.